sábado, 22 de febrero de 2014

Cine - Crítica

Postales
por José Tripodero

Nebraska

Dirección: Alexander Payne
Guión: Bob Nelson
Fotografía: Phedon Papamichael
Montaje: Kevin Tent
Música: Mark Orton
Intérpretes: Bruce Dern, Will Forte, June Squibb, Bob Odenkirk, Stacey Keach
Nacionalidad y año: Estados Unidos - 2013 Duración: 115'

El título seco de esta nueva película de Alexander Payne conduce a la tentación de encontrarse con una road movie igual de seca. La sequedad, no es algo malo. Es, en el caso de Alexander Payne, una virtud. Su cine rebota en los géneros para no casarse con ninguno de ellos; sus personajes y derroteros atraviesan estados de ánimos contrapuestos sin escalas. No por nada hay en el último tramo de su filmografía un gusto agridulce por esto de viajar: un último paseo de soltería, antes de surcar “la ceremonia funesta del casamiento” en Entre copas, el (re) ordenamiento en la vida del protagonista de Las confesiones del Sr. Schmidt y el rastreo del paradero del amante de la esposa de Clooney en Los descendientes.
En Nebraska, el viaje y, también, la idea  de búsqueda tienen un carácter más tangible, el viejo Woody Grant (Bruce Dern) quiere llegar a Lincoln, Nebraska (cerca de su pueblo) para cobrar un millón de dólares. Tal idea suena perfecta si no fuera porque se trata de un “estafa legal”, producto de una idea marketinera para atraer subscriptores para una revista. Woody es el único que se rehúsa a ver esta “estafa”, solo puede ver la carta que le dice que ha ganado el dinero. Su hijo David es el único que se apiada, al ver que es imposible de convencerlo. además de haberlo levantado varias veces de la banquina de la ruta, decide iniciar un viaje, en apariencia, corto sólo para complacer a su padre alcohólico y extremadamente débil para movilizarse.

La primera parte del film, Payne enciende el engranaje de la postal, en términos visuales. Surgen así, la grandes panorámicas que pintan ediliciamente el interior más profundo de Estados Unidos con sus señalizaciones a los costados de la ruta, los cielos limpios de construcciones altas, los grandes camiones y trenes de carga, los moteles y el desierto amenazante que muchas veces es descripto como “la nada”, el cual cobra más peso por la fotografía en blanco y negro, con gran reminiscencia a The Last Picture Show de Peter Bodganovich. Hacia la segunda mitad, la postal iconográfica queda en un plano secundario y lo que sale a la luz es el pasado familiar porque al padre y al hijo no les queda mucho remedio que parar en el pueblo natal del primero: Hawthorne. Allí todos tienen una historia para contar sobre el pobre Woody. Algunos de ellos desentierran sucesos que David hubiera preferido no saber, (y aquí lo fantástico de Payne) es que jamás hay un cuestionamiento serio a su padre (que nunca fue, necesariamente, uno bueno)  pero tampoco es un lavado de rencores; se trata de vivir el ahora lo mejor que se puede. Sin dudas el pasado aparece en forma de postales, en recuerdos y pocos hechos concretos, que se cuelan entre tantas cervezas, tabernas de las que no tienen ventanas al exterior y charlas de autos (otros tres rasgos bien estadounidenses). Todos estos rasgos, más lo iconográficos (aunque estos no dejan ser serlo también), operan al son de una historia agridulce, despojada de tonos graves subrayados que son ocupados por el humor involuntario y el andar de personajes queribles, tamizados por situaciones con un relieve algo ajeno al de los típicos pueblerinos, que ansían con dejar su hogar para triunfar en la ciudad o en ganar el dinero por la simple ambición de tener lo que no se tiene. Hay debajo de todo una nobleza más tierna, menos dura en oposición a una economía (como si no fuera suficiente con la familia) que golpea salvajemente, a pesar de los cuerpos en reposo representado en los impresentables primos de David, y todavía, en una profundidad más socavada hay una búsqueda implícita por el orden moral, el hacer el bien a pesar de las postales patéticas que puedan desprenderse del andar de sus personajes, en el caso del viejo Woody más bien sería arrastrar su vida. 


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