Una transposición emancipada
por José Tripodero
Dirección: John Wells
Guión: Tracy Letts
Fotografía: Adriano Goldman
Fotografía: Adriano Goldman
Montaje: Stephen Mirrione
Música: Gustavo Santaolalla
Intérpretes: Meryl Streep, Julia Roberts, Chris Cooper, Julianne Nicholson, Ewan McGregor
Nacionalidad y año: Estados Unidos - 2013 Duración: 121'
Siempre
se acusa a una transposición cinematográfica, de una obra teatral, de tener una
correspondencia excesiva con el lenguaje del texto fuente, sin poder ofrecer,
desde el cine, una salida artística, no sólo por la mera forma, sino por un
desarrollo narrativo que permita al nuevo texto desprenderse y tener una
conciencia propia. Agosto, del
director John Wells (quien hizo –casi- todos sus trabajos anteriores en un
tercer lenguaje: la TV), aspira a emanciparse de la carga transpositiva exigida
por una obra teatral, a la que se la puede considerar superior por default, por
el sólo hecho de pertenecer a un lenguaje más realista, más cercano al público
y por tener la cualidad de lo efímero, porque la experiencia de una
presentación jamás se repite. A todo esto hay que agregarle la popularidad que ha
ganado esta obra escrita por Tracy Letts (quien se encargó también de escribir
el guión), atenuante que termina de revestir esa capa de inmunidad que cubre a
las piezas teatrales que son “destruidas” por el cine.
Wells
parece más un estratega que un director, se cubre eficazmente de la
sobreactuación de sus intérpretes (especialmente por tener de protagonista a
Meryl Streep) pero más que nada del diseño producción (el llamado production design) porque si bien la
locación principal es la casa familiar, esta podría haber sido un simple escenario
teatral, lo que hay es una luz natural que cubre todo el film. Los exteriores
(el jardín de la casa, el agua –espacio netamente dramático-, la ruta) funcionan
más como parte de una historia familiar que como espacios de oxigenación para
la narración o para los propios actores. La luz bien amarilla y naranja, oficia
de contrapunto de las miserias familiares -motivo temático universal-, que
proviene del afuera, lo que se les escapa a los personajes, cada uno inmerso en
su mundo, que poco respeta al del otro, ejemplificado en la secuencia de la
cena familiar, de la que se supone que debería sobresalir el diálogo, lo que se
puede desglosar de ella son monólogos (casi todos provenientes de la madre de
la familia, el personaje de Streep) y pocas interacciones, las que son
interrumpidas por un tercero. Probablemente la situación que mejor define a
esta familia disfuncional esté sintetizado en el único discurso de la hija de
los personajes de Julia Roberts e Ewan McGregor, encarnada por Abigail “Miss
Sunshine” Breslin, quien osa decir que es vegetariana, brindándoles, además, el
argumento de que lo que se consume junto a la carne es miedo, el cual todos
llevan inoculado por pertenecer a esta familia. Claro que el segmento finaliza
en carcajada general.
Algunas
salpicaduras de sobreactuación en Streep o en Roberts, que no para de putear y
putear, dejan sobrevolar esa maldición del teatro filmado pero nunca forzando la
tolerancia del espectador nato de cine, al que probablemente no le importe la
procedencia de la historia y está bien: el cine es el cine y el teatro es el
teatro. Agosto es cine porque, además
del juego de luz del exterior y oscuridad familiar, hace gala del aspecto que
define al lenguaje como tal: el montaje. Está en el uso de la sinécdoque como
recurso retórico (la breve escena de la muerte del padre de la familia), en las
elipsis y en la cadencia del relato. Tres aspectos que la TV estadounidense
viene desarrollando efectiva y mecánicamente (no por nada la mención de Wells
como hombre televisivo), tres puntos
claves –también- que no supo usar, por ejemplo, Roman Polanski en su
transposición de Un dios salvaje; abominación
cargada de golpes de efectos, gritos y sobreactuaciones vomitivas de Jodie
Foster y Kate Winslet, un verdadero pastiche impregnado entre dos lenguajes,
limbo en el que no desea caer ninguna obra artística.
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