Porque es un hombre bueno
por José Tripodero
por José Tripodero
Dirección y Guión: Nicole Holofcener
Fotografía: Xavier Pérez Grobet
Montaje: Robert Frazen
Música: Marcelo Zarvos
Intérpretes: Julia Louis-Dreyfus, James Gandolfini, Catherine Keener, Toni Collette, Tracy Fairway
Nacionalidad y año: EE.UU., 2013 Duración: 93'
Nicole Holofcener es un nombre
del que brotan más títulos en TV que en cine, sin embargo en este último
lenguaje es en el que mejores cartas ha mostrado, pensemos en Saber dar y especialmente en Amigos con dinero. Esta última tiene
más relación con su nueva película, Una
segunda oportunidad (otro título horrible que pasa a engrosar la abultada
lista de este año) porque ambas pertenecen a esa categoría llamada “comedia de
personajes”, un estilo que la directora maneja automáticamente. Para definir
mejor su cine, podríamos decir que es la cara independiente de Nancy Meyers, la
realizadora de Alguien tiene que ceder
y El descanso, entre otras.
El mejor capital de estas comedias suele ser el elenco. Aquí, sorprende la inclusión de Julia Louis-Dreyfus, más conocida como Elaine Benes de la serie Seinfeld. La carga del relato no parece ser pesada para ella, su Eva es una masajista a domicilio, divorciada y con una hija a punto de partir a la universidad, lo que representa todo un cambio en las vidas de padres e hijos en los Estados Unidos. Casi en el mismo corte de la mencionada Amigos con dinero, Holofcener recurre al mismo tejido de personajes: la pareja rica, la mujer soltera/divorciada/separada que tiene que remarla un poco más para subsistir, no sólo económicamente sino también en el aspecto sentimental. Por eso es que Eva es llevada por su amiga (Toni Collette, siempre luminosa aunque aparezca pocos minutos) y su marido a una fiesta, allí conoce a una poetisa (la genia de Catherine Keener), quien contratará posteriormente sus servicios de masajista) y a Arthur (o James Gandolfini, es lo mismo) en clave bonachona. Entre estos personajes se mueve Eva, con la poetisa su relación deviene en amistad y con Arthur comienza una relación amorosa, a pesar del escepticismo de ella en dar un paso que puede ser en falso.
La directora sabe manejar las
agujas y el pulso de sus movimientos para encadenar los momentos y las sendas
de sus personajes. Por eso es que no extraña que los mundos de Eva colisionen,
más por propio prejuicio que por el desate de algún acontecimiento. El progreso
de la relación entre Eva y Arthur es paulatino pero pedregoso, divertido pero
igual de incómodo. Él no tiene reparos de invitarla a almorzar un domingo y
atender la puerta vestido con un jogging, una remera XXL y un par de ojotas o
de hablar en voz alta en el cine mientras revuelve su inmenso balde de
pochoclos enmantecados. La mirada distante de ella ya estaba en la semilla de
esta relación cuando le dice a su amiga por chat: “Me llamó un hombre de la
fiesta de anoche, el problema es que es gordo”. Lo que se construye entre ellos
es un puente endeble, su quiebre es cuestión de tiempo, aunque Holofcener no
está dispuesta en hurgar en las miserias sino en explorar las contradicciones,
impulsadas por los sentimientos, los que suelen despertarse una vez que la
tormenta ya pasó.
Química, palabra usada
frecuentemente para describir la energía positiva entre dos actores que deben
sostener a un relato que se supone genérico, ya saboreado y deglutido por el
espectador. Aquí es sumamente pertinente usarla, Dreyfus y Gandolfini danzan
cada diálogo, cada pausa y cada acción física como si fueran parte de una
troupe. En este papel póstumo del gran Tony Soprano escuchamos algo que ese
personaje jamás hubiera dicho y aquí, en la piel de Arthur, surge desde lo más
profundo de su corazón: “Quizá suene cursi pero… me rompiste el corazón”.
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