martes, 29 de octubre de 2013

Cine - Crítica

Elogio del plano detalle
por José Tripodero

El arte de la guerra (The Grandmaster) 

Dirección: Wong Kar Wai
Guión: Wong Kar Wai, Hafoeng Xu, Jingzhi Zou 
Fotografía: Phillip Le Sourd
Montaje: William Chang
Música: Nathaniel Mechaly, Shigeru Umebayashi
Intérpretes: Tony Leung Chiu Wai, Ziyi Zhang, Qinxiang Wang, Woo-ping Yuen, Cung Le
Nacionalidad y año: China, 2013 Duración: 123'

Que la nueva película de Wong Kar Wai se venda localmente como “inspirada en la historia real del maestro de Bruce Lee” indica que es crucial la inclusión de algún atractivo popular, en los dispositivos mediáticos, para que una película asiática tenga algún espacio en la cartelera comercial de hoy en día. Este elemento, con el que se pretende atraer al público adepto al cine de arte d s marciales, no sólo tiene lugar en la película sino que no hay mención alguna al mítico actor de Operación dragón. La realidad es que El arte de la guerra (otro horroroso título local) es primero un film de Wong Kar Wai antes que una biopic sobre Ip Man o “una de kung fu”.



Sin ser barroca temáticamente, The Grandmaster (su título internacional) podría ser muchas películas: una biografía, una de artes marciales (como ya se sugirió para ambos casos), un drama histórico, una de amor tormentoso. A pesar de ello, el director hongkonés nunca se desvía de su centro narrativo; el derrotero de un hombre, que es atravesado por la coyuntura de un imperio que llega su fin, en el prólogo histórico del maoísmo  y, como si fuera poco, con la carga pesada de ser maestro de wing chun y representar a las escuela del Norte en su lucha contra Gong Er, la representante de las escuelas del Sur y única heredera de la técnica de las sesenta y cuatro manos. Entre ellos hay un amor silente, imposible siquiera de ser mencionado, que además, es cortado por el relato en una gran elipsis que zanja sus caminos.

Más allá del derrotero de este héroe, que el director maneja con un pulso narrativo inquebrantable, hay un preciosismo por el detalle que subyuga, aunque ya se trate de un motivo propio de su estilo autoral. En las batallas bajo la lluvia, al costado de un tren en marcha bajo la nieve o en un opulento burdel, aflora la proeza técnica y el criterio por el uso del plano detalle. En este tamaño de plano se ven puños que impactan sobre rostros, pies y manos que giran en clave danzarina, rellenos de abrigos que vuelan por el aire luego de ser atravesados por una espada, tabaco dentro de un cigarrillo prendiéndose fuego, pedazos de pan que caen sobre el suelo y sí, rostros entristecidos por el mutismo obligado de las emociones que -a diferencia de los detalles embellecidos formalmente- no pueden salir a la luz o peor aún, llegan tarde, cuando ya no hay retroceso posible.

Hacia el último acto, queda simplemente una atmósfera melancólica que se refracta en los rostros perfectos de Tony Leung y Ziyi Zhang, que nutren cada plano del film. The Grandmaster es -también por el mismo precio- un elogio del cuerpo evidenciado por el uso de la sinécdoque; al encuadrar las manos, los pies y  los rostros, como ya se mencionó por el uso del plano detalle. Lo es, también, por mostrar una parte de ese amor mencionado a partir de brazos que se entrelazan en los combates entre Ip Man y Gong Er. Al final, el sabor que repiquetea es el de un opus en consonancia con la última parte de la filmografía de Wai. En un ajuste inmejorable de su estilo preciosista, en el que ahora hasta puede darse el lujo –incluso- de ubicar a sus personajes bajo el signo de los tiempos históricos.

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