miércoles, 29 de mayo de 2013

Cine - Dossier

Sobre el cine de M. Night Shyamalan -quinta entrega-
por José Tripodero

Quinta entrega, a partir de Señales entramos en el segmento pedregoso de la filmografía del guionista-director. Las historietas y la mitología del héroe surgían como parte de un universo de influencias en su film anterior. Aquí son las películas de invasiones y las historias sobre personajes encerrados para resguardarse de un mal que acecha, las que ofician de un contorno de heridas familiares no cerradas todo con un inmenso campo de maíz como escenografía.

Señales (Signs, 2002) con Mel Gibson, Joaquin Phoenix, Cherry Jones y Rory Culkin

Shyamalan entiende muy bien ciertas reglas tácitas del terror, por ej. que el susto debe provenir del miedo creado dramáticamente y no, simplemente, por un golpe de efecto, ese miedo puede ser creado por la presencia sensorial de un ser extraño, que no es mostrado en su completitud, sino de manera fragmentaria. Señales no es sólo un film de monstruos o de una invasión alienígena desde una perspectiva acotada, es también (como ya vimos en las anteriores entregas) un drama familiar, del cual algunas heridas están abiertas ya comenzada la historia. Que el protagonista sea un reverendo (Gibson) cuya fé ha sido aniquilada, por la muerte de su esposa en un accidente de tránsito, es decir un hecho terrenal e irremediable, contribuye a la idea de lejanía sobre un héroe clásico de invasiones extraterrestres. Escapa del concepto de hombre común suburbano envuelto en una situación más allá de lo conocido, como sucedía en Guerra de los mundos de Steven Spielberg, porque la vida de este ex hombre de fé está en plena implosión al momento de las noticias que conmueven al mundo. Para colmo no son concretas, hablan de situaciones extrañas y de marcas dejadas en campos de trigo. La invasión llega en el cénit del desastre familiar, cuando la última cena (una de las tantas menciones religiosas del film) presume ser el último momento para compartir entre todos y termina en la antítesis más dura cuando el reverendo les grita a sus dos hijos pequeños y a su hermano (Phoenix), quién no es el hombre más estable emocionalmente. Shyamalan vuelve hacer gala de su virtuosidad formal y dramática, evidenciada en escenas como la del noticiero que mira el personaje de Phoenix, que funciona también como marca del sub-género de invasiones porque la radio o la TV suelen ser los aparatos de comunicación con el exterior cuando no existe la posibilidad de salir. En el cine de Shyamalan, los personajes suelen enterarse de noticias trágicas o, al menos, importantes a través del género televisivo por excelencia: el noticiero, esto mismo sucedía en Unbreakable con el accidente ferroviario, en ambos casos hay una economía formal al servicio de una progresión que tensa la situación a un nivel insoportable pero sin la necesidad de elevar el volumen de la banda sonora, decisión recurrente del Hollywood ramplón. La opacidad de lo primordial es lo que, finalmente, atenta contra la película porque sostiene la negación de ser un film de extraterrestres, antes que un gran drama de conflictos no resueltos. 

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