Sobre
el cine de M. Night Shyamalan -quinta entrega-
por José Tripodero
Quinta entrega, a partir de Señales entramos en el segmento pedregoso de la filmografía del guionista-director. Las historietas y la mitología del héroe surgían como parte de un universo de influencias en su film anterior. Aquí son las películas de invasiones y las historias sobre personajes encerrados para resguardarse de un mal que acecha, las que ofician de un contorno de heridas familiares no cerradas todo con un inmenso campo de maíz como escenografía.
Señales (Signs, 2002)
con Mel Gibson, Joaquin Phoenix, Cherry Jones y Rory Culkin
Shyamalan entiende muy bien ciertas reglas tácitas del
terror, por ej. que el susto debe provenir del miedo creado dramáticamente y
no, simplemente, por un golpe de efecto, ese miedo puede ser creado por la
presencia sensorial de un ser extraño, que no es mostrado en su completitud,
sino de manera fragmentaria. Señales
no es sólo un film de monstruos o de una invasión alienígena desde una
perspectiva acotada, es también (como ya vimos en las anteriores entregas) un
drama familiar, del cual algunas heridas están abiertas ya comenzada la
historia. Que el protagonista sea un reverendo (Gibson) cuya fé ha sido
aniquilada, por la muerte de su esposa en un accidente de tránsito, es decir un
hecho terrenal e irremediable, contribuye a la idea de lejanía sobre un héroe
clásico de invasiones extraterrestres. Escapa del concepto de hombre común
suburbano envuelto en una situación más allá de lo conocido, como sucedía en Guerra de los mundos de Steven
Spielberg, porque la vida de este ex hombre de fé está en plena implosión al
momento de las noticias que conmueven al mundo. Para colmo no son concretas, hablan
de situaciones extrañas y de marcas dejadas en campos de trigo. La invasión
llega en el cénit del desastre familiar, cuando la última cena (una de las
tantas menciones religiosas del film) presume ser el último momento para
compartir entre todos y termina en la antítesis más dura cuando el reverendo
les grita a sus dos hijos pequeños y a su hermano (Phoenix), quién no es el
hombre más estable emocionalmente. Shyamalan vuelve hacer gala de su
virtuosidad formal y dramática, evidenciada en escenas como la del noticiero
que mira el personaje de Phoenix, que funciona también como marca del
sub-género de invasiones porque la radio o la TV suelen ser los
aparatos de comunicación con el exterior cuando no existe la posibilidad de
salir. En el cine de Shyamalan, los personajes suelen enterarse de noticias
trágicas o, al menos, importantes a través del género televisivo por
excelencia: el noticiero, esto mismo sucedía en Unbreakable con el accidente ferroviario, en ambos casos hay una
economía formal al servicio de una progresión que tensa la situación a un nivel
insoportable pero sin la necesidad de elevar el volumen de la banda sonora,
decisión recurrente del Hollywood ramplón. La opacidad de lo primordial es lo
que, finalmente, atenta contra la película porque sostiene la negación de ser
un film de extraterrestres, antes que un gran drama de conflictos no resueltos.
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