por José Tripodero
Dirección: Simon West
Guión: David Guggenheim
Intérpretes: Nicolas Cage, Josh Lucas, Malin Akerman, Danny Huston y Sami Gayle
Fotografía: Jim Whitaker
Música: Mark Isham
Montaje: Glen Scantlebury
Es complicado entender el derrumbe de la carrera de Nicolas
Cage, un actor con cierta tendencia al desborde interpretativo pero hasta hace unos años con la inteligencia suficiente para moverse en la industria entre films más grandilocuentes y otros más modestos en presupuestos pero con desafíos, el ejemplo de la subvalorada The Weather Man. Desde hace un tiempo ya que esa alternancia se ha inclinado por la balanza del cine menos ambicioso y más líneal, específicamente el cine de acción y sus derivados, incluso secuelas de sus éxitos taquilleros y de gran presupuesto como Ghost Rider se han contagiado de la podredumbre de la clase B que tienen sus últimas películas. De alguna manera el camino elegido lo ha impregnado de un estilo y un modo de hacer que los lleva a cuestas, como partes irrevocables de su presente.
Aquí, en este nuevo capítulo de su filmografía, Cage interpreta a un ladrón profesional llamado Will Montgomery, quién es encarcelado por unos cuantos años luego de un robo que salió mal. Sus dos colegas logran escapar por tal motivo es que uno de ellos, Vincent (Josh Lucas) espera que Will salga de prisión para exigirle el supuesto botín –que no existe- valuado en diez millones de dólares, aunque no lo hará por las buenas ya que secuestra a su hija y la mantiene cautiva dentro del baúl de un taxi, todo con la ciudad de Nueva Orleans de fondo. Esa misma ciudad era el escenario de la esplendorosa Un maldito policía en Nueva Orleans de Werner Herzog, probablemente el último film valioso de la estrella de los raros peinados.
Aquí, en este nuevo capítulo de su filmografía, Cage interpreta a un ladrón profesional llamado Will Montgomery, quién es encarcelado por unos cuantos años luego de un robo que salió mal. Sus dos colegas logran escapar por tal motivo es que uno de ellos, Vincent (Josh Lucas) espera que Will salga de prisión para exigirle el supuesto botín –que no existe- valuado en diez millones de dólares, aunque no lo hará por las buenas ya que secuestra a su hija y la mantiene cautiva dentro del baúl de un taxi, todo con la ciudad de Nueva Orleans de fondo. Esa misma ciudad era el escenario de la esplendorosa Un maldito policía en Nueva Orleans de Werner Herzog, probablemente el último film valioso de la estrella de los raros peinados.
En la misma sintonía que Búsqueda
implacable este thriller escrito por David Guggenheim (guionista de la recientemente efectiva Protegiendo al enemigo) utiliza la fórmula padre- desesperado-busca-hija-secuestrada-pero-tiene-un-tiempo-límite,
que no es más que una suerte de arquetipo que funciona para el género pero no es
suficiente si a esta premisa tan sólo se la nutre de convenciones retóricas
para encadenar situaciones y acontecimientos que terminan desencadenando en estereotipos. El
ejemplo más claro: el bueno del padre que intenta reparar la relación con su
hija (igual que en la mencionada Búsqueda…)
pero en el momento más inoportuno aparece un malo muy malo que los separa. Abordar
Contrareloj
por el costado de lo genérico sería muy sencillo porque sus falencias más
evidentes están en la hibridez de sus decisiones; extremadamente grave, temáticamente, para la semejante pavada que se cuenta y demasiado liviana cuando tiene que
recurrir a la más pura acción. Ni siquiera están los tics ni el histrionismo a
los que nos tiene acostumbrado Nicolás Cage, que perfectamente encajarían en
este tipo de productos, en sus lugares aparecen un rictus extremadamente serio y muy pocos one liners. Todo lo opuesto es el
villano encarnado por Josh Lucas quien aparece pasado de rosca y sobreactuado; especialmente
a la hora de escupir sus líneas, prestarle suma atención al diálogo de “ahora
soy un freakin’ Picasso”, sin
buscarlo lo más gracioso del film, aunque una vez procesado ese instante es de lo más penoso.
Contrareloj es muy
injusta con su público porque vende en sus dispositivos promocionales (el trailer) un
thriller sin respiro y bien sintético (el
tag line del póster lo dice “12 horas, 10 millones y 1
hija secuestrada”). Finalmente, resulta ser un film cómodo hecho con desidia,
que reposa estrictamente en las convenciones del género y por ello le imprime
casi nada de frescura en las escenas de acción y en las situaciones límite, es
decir malogra cualquier espíritu lúdico posible que le otorga el género, en
estos días en los que vale la autoconciencia de los materiales con los que se
cuenta. La mediocridad de este nuevo ejemplar de la carrera de Nicolas Cage nos
demuestra que su fondo todavía es desconocido pero muy cerca está de tocarlo.
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