viernes, 1 de febrero de 2013

Cine - Crítica

Retrato de una alienación
por José Tripodero

La noche más oscura (Zero Dark Thirty)

Dirección: Kathryn Bigelow 
Guión: Mark Boal 
Intérpretes: Jessica Chastain, Jason Clarke, Joel Edgerton, Jennifer Ehle y James Gandolfini
Fotografía: Craig Fraser 
Montaje: William Goldenberg, Dylan Tichenor
Música: Alexandre Desplat
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2012, Duración: 157'

Kathryn Bigelow es, probablemente, una de las herederas del cine estadounidense más clásico, desde su ópera prima Cuando cae la oscuridad de 1987 ya evidenciaba rasgos de la narrativa de Howard Hawks y en su último y más celebrado film, Vivir al límite, ya se floreaba a lo Samuel Füller con esos planos detalles en ralenti de la tierra volando por los aires luego del estallido de una bomba, en el medio se ha paseado por varios géneros clásicos como el policial y la ciencia ficción, hasta incluso se metió con el subgénero de submarinos, la subvalorada K-19 The Widowmaker. La suspensión del tiempo es la gran habilidad que ha desarrollado Bigelow en sus últimas películas, que se denota también a partir de un montaje también clasíco y progresivo que está alejado del frenetismo actual, cuyo gran culpable es la saga Bourne. Precisamente, la columna vertebral de La noche más oscura es el montaje, erigido sobre una curiosa adrenalina detectivesca sin la necesidad de utilizar pequeños zooms ni tampoco una cámara pasada de psicofármacos. En definitiva decirle a Kathryn Bigelow que filma mejor que muchos hombres, como se ha leído en muchos lados, es directamente insultarla porque su capacidad excede la división bipartita del género sexual.  


La polémica suscitada está ya en el argumento, que es como se llegó luego de una década de investigación (tras el 11S) a la localización y posterior asesinato del hombre más buscado por el gobierno de los EE.UU. Como siempre en el cine en general, no sólo en aquel que pretende retratar un hecho histórico, la disputa se genera en torno al recorte y por ende a lo que queda fuera de la historia cinematográfica. Mark Boal, el guionista, socio y mano derecha inseparable de Bigelow, decidió tender una línea recta en su guión que se inyectó de hechos concretos y no de especulaciones (por ejemplo, ¿dónde está el cuerpo de Bin Laden?, ¿por qué no hay fotos? entre varias preguntas). El arco dramático que construye Boal es fascinante porque compacta los diez años de la investigación, en los que podemos dividir entre ocho pertenecientes a la era Bush y dos a la era Obama, en capítulos bien delimitados resumidos por un título, que van para adelante como tromba sin detenerse en situaciones aledañas ni en historias secundarias, de alguna manera es un guión contracorriente de cualquier manual o estructura genérica de como se elabora un libreto cinematográfico.  

El inicio con la pantalla en negro y el audio real de los últimos instantes de víctimas del 11S es lo más cuestionable porque genera ambigüedad con la secuencia inmediatamente posterior en la que un agente de la CIA interroga con tormentos a un detenido, es decir por lo primero parece justificarse lo segundo. En esa segunda secuencia (que termina con la implementación de “el submarino”) la recién llegada Maya (Jessica Chastain) aparece levemente asqueada por el uso del tormento, que luego lo utilizará en otro interrogatorio. Sin embargo, el mecanismo de la tortura es la evidencia del fracaso ya que tal técnica es la que orientó al estancamiento en la búsqueda del paradero de Bin Laden. Esta joven y discreta agente comienza a tomar las riendas mientras algunos compañeros se muestran como instrumentos de la burocracia o deciden volver a Washington después de haber visto "suficiente". Maya se convierte en líder por obsesión y por descarte en el período final de la era Bush, en el que las sendas invasiones a Irak y a Afganistán habían perdido su razón de ser porque cada vez menos se lo nombraba a Bin Laden como el objetivo número uno. En el film, esta meseta es la parte más rica porque es el momento de la transformación del personaje, es el pasaje de la obsesión a la alienación, lo mismo que le sucedía al especialista en bombas de Vivir al límite. Ya no importa salvar a la gente o impedir nuevos atentados, sino asumir el riesgo que nadie quiere, es decir tener las agallas para ir contra todos o morir en el intento, lo cual no significa que su fin justifique los medios. Su única compañera, en cuanto a género, le dice una y otra vez que lo importante es evitar que sigan atacando objetivos en occidente mientras que Maya sólo tiene un nombre y apellido entre ceja y ceja. Su personaje crece proporcionalmente a su obsesión pero no tiene aristas, no es un personaje tridimensional por lo que se le podría tildar de chato, aunque el retruque de tal argumento estaría en la funcionalidad que tendría un perfil más extenso en el que se incluyera su vida cotidiana y social. La respuesta a esto la da Boal, en el momento más distendido de Maya, en el restaurant del Hotel Marriot, le preguntan por su estado civil y la respuesta es el estallido de una bomba que rompe con cualquier charla banal que puede haber entre los personajes. Por este punto, también, se puede reafirmar lo dicho sobre su guión con respecto a ciertas convenciones no respetadas. 

La alienación de Maya es el postulado de Bigelow, no la aprobación o la desaprobación del uso de tormentos y mucho menos su eficacia para obtener datos valiosos. Es la adicción como factor de avance, la que se clava en el corazón de la historia. Este objeto de estudio de Bigelow es una prolongación de lo que sucedía con el protagonista de Vivir al límite que terminaba la película sonriente, feliz de estar de vuelta en el campo de batalla rumbo a un encuentro con una nueva bomba, mientras que Maya luego de todo lo sucedido deja caer una lagrima, segundos antes de que un avión la devuelva a Washington. Dos patrones, dos descripciones psicológicas y una antitesis. En este final de La noche de la más oscura, Bigelow y Boal dejan la puerta abierta (y tentadora) de reinterpretar toda esta historia oficial y elucubrar nuevas conspiraciones. 



Trailer

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